Salir del encierro. Medio siglo del Hospital Psiquiátrico San Lázaro. Colección Histórica, 30, Quito, Banco Central del Ecuador, 2008, 458 pp., en rústica, 15 x 21 cm., papel bookcell 80 gramos, PVP $16.60.
Contraportada
A mediados del siglo XX un notable grupo de psiquiatras ecuatorianos logra lo que había sido el anhelo de muchas generaciones previas: sacar a los pacientes mentales del encierro colonial. Este libro llega a ese acontecimiento documentando los 50 años que le anteceden.
La narración se ancla en los orígenes remotos del Hospital, fundado en 1785, y es capaz de enlazar con el presente del lector, esperanzadoramente.
Ese amplio recorrido histórico permite una mirada inusual e inquisitiva al sentido que la institución tiene para toda la sociedad ecuatoriana.
Comentario de prensa
Publicación recomendada como el libro de la semana por el librero de la capital, Edgar Freire Rubio:
“Mariana Landázuri Camacho no es nueva en libros de investigación histórica. Ya el Banco Central del Ecuador le dio un espaldarazo al publicar Juana Miranda, fundadora de la Maternidad de Quito. Hoy nos trae un nuevo trabajo que ya era hora de convertirlo en indispensable: Salir del encierro. Medio siglo del Hospital Psiquiátrico San Lázaro, libro que forma parte de la Colección Histórica que arriba al volumen Nº 30. El medio siglo se refiere no a la vida de este Hospital, se refiere al tiempo transcurrido de tratamiento de los llamados ‘enfermos mentales’. En el fondo es una historia de la Psiquiatría de Quito y del Ecuador, historia por supuesto contemporánea, sin que deje el ancla de los orígenes remotos del Hospital, fundado en 1785. El relato es ameno y no lleva en lo más mínimo el morbo de contar los azares de quienes poblaron este establecimiento de salud pública. {…} Es otro gran libro del Banco Central del Ecuador.” (Noticiero Ecuadoradio matinal. Radio Quito a.m. y Platinum f.m., 6 de noviembre de 2008.)
Video proyectado en la presentación del libro de Mariana Landázur C. Salir del encierro. Medio siglo del Hospital Psiquiátrico San Lázaro en Quito realizado por el Banco Central del Ecuador
Reseña
SALIR DEL ENCIERRO
MEDIO SIGLO DEL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO SAN LÁZARO
Mariana Landázuri Camacho
Serenidad y recogimiento quizás haya sido lo que se lograba encontrar en este edificio jesuita al pie del Panecillo, en la ciudad de Quito, a mediados del siglo XVIII. Lo buscaban no sólo los novicios, sino también los seglares que acudían a los ejercicios espirituales en Cuaresma. Pero la expulsión de la Compañía de Jesús de todo el imperio español por orden real cambia el destino del inmueble, aunque no su carácter de encierro.
Poco después ocupa este edificio de extramuros el primer cuartel de la ciudad, y para cuando se hace necesario recoger a huérfanos, ancianos, mendigos y leprosos se funda aquí en 1785 el Hospicio Jesús, María y José; todo el desecho de la sociedad parece haber llegado a esta casa. No es de extrañar que también lleguen los pacientes psiquiátricos si no hay ningún otro sitio donde albergarlos. Para entonces ya no quedan rastros de serenidad, aunque quede la belleza arquitectónica del inmueble.
Traídas de Francia arriban en el siglo XIX las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, y poco a poco se van haciendo cargo de los hospitales del país, incluido éste que ahora se denomina Hospicio y Manicomio de San Lázaro. Al final de ese siglo asumen el poder los liberales, con la consigna de volver laicos los servicios de salud pública. Y en las Facultades de Medicina del Ecuador va introduciéndose lentamente la cátedra de Psiquiatría a inicios del siglo XX.
Con ese estudio los estudiantes se empiezan a acercar a los trastornos psiquiátricos, que tanto temor causan en todo el mundo. Hasta entonces los médicos no sabían qué hacer con quienes los padecían, y el Manicomio lo único que ofrece a los angustiados familiares y vecinos es encerrar a los enfermos. Todos saben que es una práctica nociva, nadie duda que el edificio colonial es inapropiado, los directores piden descongestionarlo de las distintas poblaciones que lo habitan, todos hablan de terapias en contacto con la naturaleza en un sitio fuera de la ciudad, pero lo que hay es camisa de fuerza, baños forzados de agua fría y celdas sobreocupadas por pacientes agudos.
Internacionalmente, el que está remeciendo la comprensión sobre el comportamiento humano es un médico austriaco, llamado Sigmund Freud. Lo que ha hecho aflorar es tan inédito y tan revelador que se abre paso como el rayo. Uno que llega sin mayor tardanza al Ecuador y a una capital encerrada en los Andes. Y el Psicoanálisis empieza a ser presentado en la cátedra de Psiquiatría de la Universidad Central.
Los psiquiatras nacionales que se alimentan de esa y otras corrientes son un florilegio de intelectuales ecuatorianos. En realidad, son médicos algunos de los más sobresalientes hombres públicos del país. Isidro Ayora Cueva ha llegado a la presidencia de la República tras la Revolución Juliana (1925) y hasta tanto ha desempeñado un fundamental papel en el desarrollo de la Obstetricia en el Ecuador. Su secretario particular, Julio Endara Moreano, es la cabeza visible de un grupo de psiquiatras tan destacados como él, aunque menos reconocidos, como Jorge Escudero Moscoso, Fernando Casares de la Torre, Celso Jarrín Páramo o José Cruz Cueva.
La relación de estos psiquiatras en las primeras décadas del siglo XX con sus pares de Buenos Aires, Lima y hasta de ciudades europeas, la edición de la revista Archivos de Criminología, Neuropsiquiatría y Disciplinas Conexas, la ejemplar dedicación al trabajo y el enorme y desconocido esfuerzo que hace el Estado ecuatoriano, permiten que la Psiquiatría en el país llegue a la modernidad. No en vano se habla de esta época como la era dorada de la Psiquiatría en el Ecuador, y de estos médicos como sus fundadores.
El ya entonces viejo y anticuado Hospital San Lázaro es el escenario donde la Psiquiatría debe medir sus posibilidades en la Sierra ecuatoriana. Además del Hospital «Lorenzo Ponce» de Guayaquil no hay para estas fechas ningún otro que atienda las dolencias psiquiátricas en el país. Prácticamente toda la atención hospitalaria es pública en el Ecuador, y quizás como ningún otro, al San Lázaro se le asignan un cúmulo de funciones superpuestas. Por un lado es lo que entonces se denomina Manicomio y por otro lado es Hospicio: acoge a todos los que la sociedad quiere desechar.
Atenazado por contradicciones asfixiantes, seguramente también en ningún otro hospital nacional es más extrema la tensión entre pobreza y modernidad. Atiende a parte de la población más pobre del país mientras lucha por obtener los más modernos tratamientos que la Psiquiatría internacional ha desarrollado a raíz de la Segunda Guerra Mundial.
Mientras tanto y por si fuera poco, a mediados del siglo XX, algunos de los psiquiatras mencionados logran la titánica tarea de sacar a los pacientes mentales del encierro colonial, a la lejana parroquia de Conocoto.
En historiar ese notable y desconocido período se centra el libro que lleva el mismo título de la presente reseña. A lo largo del texto, las preguntas que responden los documentos primarios son cuatro: de qué manera la Medicina ecuatoriana se va haciendo cargo de la locura, qué es considerado moderno y antimoderno en ese tema, con qué rostro se muestra en este Hospital el conflicto ideológico que domina la escena y qué función cumple esta institución psiquiátrica en la sociedad ecuatoriana.
La investigación abarca la primera mitad del siglo XX, además de una breve introducción sobre los orígenes históricos del Hospital, y un colofón. A lo largo de esta historia se escuchan voces que se preguntan por el ser nacional desde la Psiquiatría, quizás porque una de las consecuencias fascinantes de hacer investigación histórica seccional, sea desembocar en la historia colectiva.