Querer lo imposible

O por qué sanear el Machángara de Quito así lo parece

Mariana Landázuri Camacho

Pintura realizada en una de las mingas de limpieza del río San Pedro en el 2024. El Machángara se le une cerca de Nayón.

Una lápida cuyo epitafio reza Muerto ha pesado sobre el río de la ciudad por décadas. Tanto, que le hemos dado la espalda o, como dicen más específicamente algunos de sus defensores, le hemos dado el culo. Allá van sin tratar las aguas de todos nuestros servicios higiénicos.
Y con el argumento de que si está muerto qué más da mandarle todo el resto de muerte de que somos capaces, le vertemos además las descargas indiscriminadas de la agricultura, el comercio y la industria. Sí, las empresas con mejores estándares de manejo tienen plantas de tratamiento, pero siguen siendo la excepción.
Las aguas que lleva el río Guayllabamba después de recoger todas las que lo conforman, pasan primero por el Chocó andino -que decimos que es nuestra joya natural-, declarada Reserva de Biósfera y por el que hemos votado masivamente en el cantón para que se preserve de minería metálica.
Luego se va a la provincia de Esmeraldas, y como si no fueran nuestras contaminadas aguas las que llegan al río Blanco, apuntamos todos los dedos para que alguien cargue con la culpa por el derrame petrolero de marzo de 2025, que nos ha roto una vez más el corazón. Siempre son los demás los villanos.

Poesía
No siempre el río llevó muerte. En la década de 1940 el poeta quiteño Jorge Carrera Andrade le cantaba así:
“Machánga de menta: eres mi río.
Atraviesas mi pecho y no los prados.
Aguas de historia y lágrimas de siglos,
Mortaja de crepúsculos ahogados.

Entre casas y huertas pasajero
Caminas y murmuras entre dientes.
Tus monedas escondes en las guijas
Y te vas a dormir bajo los puentes.

¿Van los conquistadores por el río?
Los penachos ondean en la bruma:
¡Oh verde infantería de carrizos,
Morriones de cristal, cotas de espuma!

Sólo estamos de paso… ¿para dónde?
Dime, río Machángara sapiente:
¿Tanto esfuerzo y labor son para nada?
Seguir quiero tu esfuerzo transparente.

Todos los astros y constelaciones
De los dos hemisferios: ¡oh, tesoro
Para el hombre sediento que interroga
Bajo las luces del celeste coro!”

Si estamos solo de paso, y si llegamos a la mar, que es el morir, como dice otro poeta, cómo hacemos para que nuestro esfuerzo y nuestra labor sirvan de algo. Esa reflexión parece animar a lo que se diría que es un creciente número de ciudadanos que aspiran a lo imposible: limpiar el Machángara.
La primera y más difícil batalla es en el imaginario, donde formamos todas nuestras creencias y damos por cierto lo que afirmamos. Sin cuestionamientos allí dejamos de evolucionar y solo nos resistimos al cambio. Como en forcejeo entre dos que se pulsan, los bíceps están tensados para ver de qué lado se tuerce el brazo.
Si sacar de las cavernas esta inverosímil idea ha sido la labor de varios colectivos en estos últimos cuatro años, las decisiones políticas y administrativas ya no tienen que invertir ese tiempo sin rédito electoral. Ya está hecho ese servicio cívico. A todos nos corresponde una parte del arduo trabajo y al menos esta cuota está pagada.

Gobernanza
Para allanar el camino nos sale al encuentro la ciudad de Cuenca, de la que tanto tenemos que aprender. Uno de sus límpidos ríos también se llama Machángara -casi parece principio homeopático de curarse entre iguales- y tiene lo que se denomina un Comité de Conservación de la cuenca del río Machángara, que nos provoca una envidia innombrable. Por si fuera poco, han dejado escritos los pasos para promover la réplica de la experiencia. Benditas sean sus almas.
Hasta ahí lo fácil, ahora nos corresponde sudar a nosotros. Lo que han venido haciendo los colectivos quiteños es asesorarse con los investigadores fluviales de las distintas universidades. Todos coinciden en lo que suena obvio, pero que nos suele costar muelas aplicar: miren toda la cuenca de un río, no las divisiones territoriales entre cantones y parroquias.
Como cada cantón tiene otras autoridades para las mismas o parecidas cosas, como no suelen trabajar pensando en la cuenca de un río sino en el límite de su jurisdicción, como no siempre se llevan bien, sobre todo si son de partidos políticos opuestos, no pasa nada.
De ahí la necesidad de hacer dos cosas coordinadamente. Por un lado, dejar de una vez por todas de botar nuestra basura en ríos y quebradas asumiendo que alguien más va a dar recogiendo. Y por otro, conformar un comité provincial de gobernanza del río San Pedro -que es al que llega el Machángara tras 22 km de recorrido desde el Atacazo-, que convoque a los municipios de Mejía, Rumiñahui y Quito por donde corre el San Pedro.
Necesitamos liderazgo político y apoyo ciudadano. Soltar un rato los odios y amarle al río. Pensar en el Chocó y querer que se preserve. Acordarnos de Esmeraldas cada vez que soltamos el agua. Creer, como el papa Francisco en su encíclica Laudato Si, que todas las criaturas del mar y de la tierra son nuestras hermanas.
Suena bien; es posible aunque sea cuesta arriba.